“Los oídos son la ventana por donde ingresa el sonido, pero quien realmente oye es el cerebro”; frase muy conocida para explicar el funcionamiento del sistema auditivo y la cual indica la importancia de las funciones cognitivas en el procesamiento del sonido (sonidos ambientales, habla, música, etc).
Una persona con pérdida auditiva tarda, en promedio, siete años para buscar tratamiento. Esto implica que durante todo ese tiempo el cerebro se va reorganizando para compensar por esas áreas afectadas, reduciendo así ciertas capacidades cognitivas importantes como la memoria de trabajo, funciones ejecutivas y velocidad de procesamiento; todas ellas fundamentales para entender y dar sentido a los sonidos.
Incluso en pérdidas auditivas leves, el cerebro debe hacer un mayor esfuerzo para procesar y entender el habla debido a que la señal auditiva llega disminuida y/o distorsionada. Es así como el cerebro sufre cambios estructurales y neurodegenerativos que van afectando otros procesos cognitivos.
Entender que el cerebro ha sufrido cambios a causa de la privación auditiva ayuda al usuario a adoptar ciertas estrategias para mejorar su comunicación, como apoyarse de la lectura labiofacial, ubicarse en un lugar preferencial en ambientes de mucho ruido, pedir aclaración o reformular si es que no han comprendido el mensaje, ser constantes en el uso del audífono; en pocas palabras, deben convertirse en oyentes activos que se involucran para sacar el máximo rendimiento a sus audífonos.
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